En muchas ocasiones nos sentimos incapaces de hacer o conseguir determinadas cosas, y terminamos por resignarnos, alejándonos de aquello inicialmente propuesto. Lo más grave de esta cuestión es que en la mayoría de las ocasiones, no existe una incapacidad real, sino una convicción mental de que somos incapaces de obtener nuestro objetivo.
Durante nuestra infancia, especialmente de los cero a los seis años, las EXPERIENCIAS vividas, se convierten, en puntos de referencia que dan lugar a creencias inconscientes que se transforman en CONVICCIONES. Las creencias, son algo muy enraizado en nuestra mente, y muchas de ellas, nos limitan, sin que nosotros lo sepamos, es decir, actúan por debajo del plano de consciencia, condicionando a nuestro cerebro en su futuro funcionamiento.
Si somos capaces de vencer nuestra limitada forma de pensar y ver las cosas desde una perspectiva más amplia, nos permitirá descubrir puertas donde antes solamente veíamos muros.
Es muy importante que seamos conscientes de que en nuestra mente tenemos unas creencias que determinan aquello que vemos y también pensamos que cualquier cambio o circunstancia que nos hagan salir de nuestra zona «conocida» o de «confort» supondrá una amenaza que resultará negativo para nosotros, en vez de observarlo como una oportunidad. Cuando tenemos la sensación de que debemos adaptarnos a un cambio, para el que no nos sentimos preparados, aparecen sensaciones de frustración, ansiedad e incluso depresión, nos sentimos paralizados, porque el juicio que ha hecho nuestra mente, entrenada en la limitación y no en la abundancia es de que «NO SOMOS CAPACES…» Desgraciadamente, cuando nos encontramos en esa situación, nuestras hormonas y procesos cerebrales hacen que no nos sea posible, el área prefrontal no funciona y no podemos pensar con claridad.
Físicamente, esto se traduce, en que la sangre en lugar de acudir a la parte anterior de nuestro cerebro, se va a las profundidades del mismo. Es como un mecanismo de autodefensa.
Es en la parte anterior del cerebro donde se encuentran los centros de la atención y donde buscamos alternativas para hacer frente a los problemas.
Esto quiere decir, que cuando yo, ante una situación de cambio, experimento estas emociones y me dejo atrapar por ellas, en realidad, las hormonas y los procesos cerebrales hacen que no pueda salir de ello. Estas estructuras de la parte interna del cerebro, lo que hacen, es posicionarnos para sobrevivir, es decir, nos posicionan para que ataquemos, para que huyamos o hacen que nos quedemos bloqueados por completo.
Un ejemplo de esto lo tenemos en las reuniones de negocios, en los que en lugar de haber una crítica constructiva, la gente se ataca, se va o se queda bloqueada, al igual que las personas que llevan una vida monótona y que están menos habituadas a utilizar la parte anterior del cerebro, cuando se presenta un cambio en sus vidas lo ven como una AMENAZA y no como una OPORTUNIDAD, por el contrario, aquellas personas que han ejercitado esta zona anterior del cerebro, se percatan antes de las oportunidades y son capaces de sacar provecho de ellas.
Por ello, no puede haber generación de valor, ni creatividad, si nosotros no pensamos que podemos influir en cualquier circunstancia por compleja que sea.